Thursday, January 24, 2008

Cuando una pelota no es parte de la infancia

Es trauma de todo niño o adolescente no pertenecer a uno o varios grupos pre-establecidos. De todos los posibles en la sociedad argentina que vienen a mi mente, por lejos el mas numeroso es el que reúne a los hinchas/fanáticos/seguidores del fútbol.

Es nomas que el niño nazca para que el padre, abuelo o padrino llegue a él como Rey Mago moderno y lo adorne con los colores de su escuadra preferida. Lo que antes era mirra o bálsamo, se ha convertido en babero de Boca o escarpines de River. El nuevo querubín es convertido asi en un pequeño ídolo pagano, en tótem de la religión futbolera, en nuevo iniciado de una secta de clichés humanos.






Para los que no pertenecemos a esa interesante casta deportiva, hay pocas sensaciones mas desesperantes que el tener que participar en un partido de fútbol colegial cuando la actividad que nos toca realizar es tan compleja como un misterio masónico para los pobre marginales. (Tal vez tener que juntarte con tus amigos a ver un partido del mundial sea exasperante cuando no conoces los nombres de ninguno de los fulanos y menganos que corretean alegremente de un lado al otro...pero no tanto como tener que estar realmente dentro de uno)

Aun hoy tengo quemada en la memoria el momento aciago de la seleccion de equipos. Luego del acostumbrado pan-queso (o la variante que se usara en el potrero de turno) los electos capitanes se decidian a elegir a sus guerreros del balon. Las primeras elecciones eran las mas importantes. Gloria a los que estaban entre los primeros cuatro! Aquellos titanes de la redonda que eran disputados como si fueran la figurita mas difícil del álbum. Una vez electos los cracks, la elección pasaba a los que llamaríamos "el relleno"...esos que sabían jugar pero que eran intercambiables. Los muchachos del relleno les gustaba el futbol, querían jugar, y eran buenos, pero no los suficiente para pelearse por ellos. Cuando se había agotado el ejercito de relleno y los equipos ya tenian asignados ocho o nueve jugadores se llegaba a la fase final de la elección...el remanente o "resaca".

Y ahí, ahí, es cuando la cosa se ponía fea para todos. Para los que elegían (que no sabían cual era la peor elección) y para la oferta humana (que no tenían la menor ganas de ser elegidos y preferían estar en ese momento en su casa con su PC, Play o Atari 2600). La resaca se componía casi siempre de nerds, gordos, parias sociales, estudiantes extranjeros y algún que otro cuadriplejico . Sea cual sea el motivo por el que se integrase el "selecto" grupo de minusválidos los capitanes bien preferirían o no tener a ninguno de nosotros en su equipo o de eso no ser posible que estuviesen todos en el otro equipo donde jodiesen al contrario y no a el, que en realidad no habia hecho nada para merecerse semejante castigo (salvo copiarse reiteradas veces en matemática e ingles...pero eso no cuenta...)

Pero, reglas son reglas, y todos terminábamos en un lugar o en el otro donde nos dedicábamos a dar lastima y juntar odio. La pelota? no, ni idea por donde pasaba. Iba de un lado a otro. Por el aire, por el suelo, de cabeza en cabeza, pero cerca mio nunca. Era raro, cuando yo corria con todas mis fuerzas a la pelota...zas...se la pasaban a otro chabon que estaba 20 metros mas lejos, y de nueeeeeevo a correr. Otros de mis "compañeros de circunstancia" optaban por distintas técnicas, por citar una muy usada: escaparsele a la pelota. Como si fuese el quemado, el delegado o la mancha pelota, pero el único que jugaba a ese juego era el, el resto jugaba al futbol. De alguna forma extraña el balón siempre rodaba no a menos de cinco metros de sus pies...lo que ahorraba las cagadas a pedo y los moretones.

Mas tarde, y avanzada ya la secundaria, descubrí un metodo increible para no tener que competir en ningún picadito mas...ser planillero de voley. Fantástica solucion, como los planilleros eran siempre necesarios, bastaba decir que tenia que planillar y podia marcharme con total impunidad. Este "truquito" no servía para actividades extra-escolares, donde todavia habia que soportar correr de un lado a otro, y para peor el tiempo limite de los partidos era indefinido...mas o menos hasta que todos se cansaran o sus sedes de patear pelotas se vieran disminuidas.

En retrospectiva nada de todo eso valia la pena tanto dolor de cabeza y stress juvenil. Supongo que otros muchachos solo tienen que temer no levantarse una mina, pero otros teníamos la carga extra de además no gustarnos el futbol y que cada puta vez que ibamos a algun retiro, campo de deportes, plaza, etc. etc alguien tuviese la maldita idea de llevar una pelota! No podian llevar un juego de rol de AD&D, digo yo ?!

Bueh, por lo menos el asado me gustaba

J.M.

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